Sunday, August 30, 2009

Estudio de campo a un rocopoto.

De vez en cuando, un recopoto se rebela. Pasa entonces, de ser un buen ciudadano, respetuoso de las normas y las imposiciones familiares, a querer escapar de tanta formalidad aburrida. Entonces se enfurece, echa un escupitajo en la arena compactada y corre lo más rápido que puede. Algunas veces llora pero la mayoría de ellas solo corre con un gesto de desesperación crucial, la que le dice que el tiempo se mide en novedades, no en repeticiones. Levanta el brazo y se sube al primer bus que encuentra, con rumbo desconocido, porque precisamente esa ausencia de rumbo lo describe a la perfección.
Una vez sentado, sueña con Paris y Nueva York, con la luna y una galaxia lejana, con ser bohemio y libertino, escandalosamente licencioso y por eso resplandecientemente feliz. El recopoto cae en la cuenta de que elucubra imposibilidades y es entonces cuando los latidos brutales de su corazón dan paso a una rítmica abúlica y resignada. El rocopoto recuerda que mañana deberá regresar al trabajo y hacer las ocho horas que le exige un contrato laboral más fuerte que su voluntad de incumplirlo. Algún día tendrá vacaciones, y el rocopoto piensa que una vez que comiencen estas, nunca terminaran.

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