En tiempos en los que a falta de armamento militar de última generación, nuestras lanzas de batalla se han convertido en vasos pisqueros y presentaciones fashion de platos criollos, estar en contra del renacimiento de la gloriosa y pujante nación peruana parece un sacrilegio digno de las venganzas de la inquisición. En un contexto así, será difícil o imposible convencer a algún improbable lector, con ideas incendiarias propias de un paria, de un indecente que no merece llamarse peruano.
El problema para cualquier castrense que caiga por estos lares es que para su infortunio, y para calma mía, existe la democracia, un molesto sistema de organización social que impone la necesidad de escuchar las sandeces de cualquier hijo de vecino, y todo por el simple hecho de que existe la libertad de expresión.
Así las cosas, me permitiré, saltándome el castigo de las 200 ranas y la expatriación, hablar mal de algunos de nuestros símbolos patrios o de esa etérea idea, muy in, de que el Perú está de moda, y lo peruano es pujante, es folk fashion, es cool.
¿A qué viene tanta agresión desmesurada a nuestro big brother y bonachón país?, sicológicamente tanta diarrea verbal solo seria explicable por algún hecho en la vida del redactor que lo llevo a odiar de manera tan furibunda a nuestra floreciente nación. Falta de cariño cuando era niño, la choteada del primer amor, la alergia a la sazón peruana, cualquiera de estas razones podría explicar la irracionalidad de una redacción que parece odiar al Perú, y sin embargo no es así.
Quien escribe no odia al Perú porque no se puede odiar a lo que no existe…(tal vez esa sea la triste razón por la que Nietzsche enloqueció después de tanto aborrecer a Dios), y el Perú, único e indivisible, magnánimo y bondadoso es algo tan falso como lagrimas de hipócrita.
No existe el Perú como nación, y en su lugar existen aimaras, quechuas, aguarunas, limeños, charapas, etc. etc. etc. ¿Qué nos une a todos? ¿Cuál es el elemento que nos hace una nación y no simplemente estado? ¿La papa a la huancaína? ¿Tongo?¿ la chicha?
No se trata de propugnar ideales anarquistas, aunque me confieso añorante de esa utopía, pero ante tanto amor al absurdo es bueno un poco de racionalidad. Perú no es nada, y su bandera es una bastante predecible mezcla de blanco y rojo con un simbolismo inventado, nuestro escudo seria la bonita insignia de un club privado y nuestros héroes fueron un conjunto de señores bastante respetables…pero también bastantes cojudos (aunque juzgar a la luz de la historia es despiadado pues en sus tiempos la patria lo era todo).
Somos hijos de una posmodernidad comodona y nada romántica en la que no vale la pena morir por nada, precisa y paradójicamente porque la vida vale mucho. Morir por una bandera, en ese contexto, es casi como morir por un pedazo de tela sin importancia.
Querámoslo o no, las naciones desaparecerán, y esto que suena a utopía patrulla de John Lennon en sus peores tiempos de LSD y de Yoko, no es más que la predicción de quien sin ser Nostradamus se da cuenta de lo que ocurre.
Los nacionalismos pasaron a ser familia cercana de Hitler y serlo es ciertamente molesto. Como si se tratara del tío proxeneta o del padre interdicto, todos se quieren alejar de la raíz común y buscan neologismos para describirse, y en ese afán caen en tropicalonas construcciones llenas de mesianismo e idealizaciones patéticas.
En sus trasmundo los incas median dos metros y pesaban 100 kilos, comían mana de oro y vivían 200 años. Los cholos eran de bronce y se esculpían con los vientos helados de las punas lejanas. Éramos los vikingos sudacas, así como los arios, pero decir que Hitler es una influencia es casi como decir que se tiene cáncer terminal.
Frente a ellos, una no-ideología se impone incolora, insonora e inodoramente, el capital. Compramos polos del che, que con el tiempo pasaron a ser, más que la señal inequivoca de estar al frente de un revolucionario idealista, poserismos del vecino que se quiere tirar a la chica media hippie. Las batallas en las que valerosamente se defendió a la patria sirvieron para que Cuy Arts fabrique bonitas casacas que dicen Perú. Perú es un producto, como todo (como lo es tanto o más Francia, Alemania, Estados Unidos, Rusia…), y en la lógica del mercado solo importa cuánto se puede fantasear con ese nombre: Perú.
Por Perú dicen estar dispuestos a morir pero hacerlo seria la confrontación final de la estupidez humana, después de todo es bonito ser peruano pero nunca tanto.