Monday, October 13, 2008

Preludio a un encuentro (pajaso mental)

Preludio a un encuentro (pajaso mental) final entre Schopenhauer y Hegel

Par de viejos tontos, tantas batallas por las puras. Se veían, guiños, miradas, eran tan iguales y se fingían tan diferentes, ontológicamente necesitados de cariño, y sin embargo habían alejado tanto sus reflexiones y habían construido edificios endebles pues excluían al amor, lo único que valía ahora. El acilo, una cabaña perdida en el medio de un bosque de tantos de Renania, con olor a pichi y a alcanfor. Nadie sabría que estaban aquí, es mas, aun si estuvieran en Praga, Berlín, Jenna, donde fuere, nadie lo sabría.

La gente suele olvidar, ¿o no hicieron lo mismo, par de viejos ingratos, con sus abuelos? Con el tiempo dejamos de ser indispensables - se decían el uno al otro. ¿En que andaría el mundo ahora?, tal vez un nuevo charlatán de moda controlaría el ideario de los intelectuales camélidos, que se subyugaban ante una buena labia, una retórica convincente. La de ambos ya no la era. El mundo no era ni pesimismo ni dialéctica, era simplemente lo que era, ni más ni menos. Ni digno de subestimar ni de sobreestimar, ni la especie humana era bípeda, ni tampoco avanzaba hacia el despliegue del espíritu. La especie humana estaba y nada más, y la vida daba paradojas, como aquella que rezaba que después de los insultos, las faltas de respeto, las agresiones y poserismos, acabarían los dos no teniéndose nada mas que el uno al otro, como un único ser que aun siendo dual era incompleto.

El viejo amargado sufría de inflamaciones prostáticas, que el viejo idealista calmaba con una infusión que un alumno le enseño en algún momento de algún año de lo que aun creía era el despliegue progresivo de la historia. Por otro lado, el viejo idealista perdía progresivamente la vista, y necesitaba de las exquisitas pero amargas descripciones del viejo amargado. Con sus relatos, el mundo aparecía detallista, maravilloso, pero grisáceo y lúgubre a la vez, y algo, un no sequé terminaba tragando los esfuerzos infructuosos de los seres por dar color a la realidad. Por primera vez, viejo idealista, veías el mundo tal como lo veía el amargado, lleno de matices melancólicos.

Y al interior de su mundo había unos seres más degenerados que otros, de caderas anchas y labios gruesos. No tan perfectas como el hombre pero capaces de engatusarlo y hacerlo caer en las más profundas alegorías instintivas, deseando poseerlas, tenerlas. ¿Qué pasaba idealista, las comenzabas a odiar tu también? ¡No!, no era posible, te estaba dogmatizando.

Las dolencias del viejo amargado eran cada vez mas profundas, mas hirientes, tan inhumanas; y sin embargo había algo tan calido cada vez que el idealista te daba las infusiones ¿Por qué lo haría?, si eras una mierda de hombre, si lo habías destruido. Tal vez solo te considerara un loco, envidioso de su éxito, de su fama. ¿Y no lo eras?, jajajajaja reíste con todas tus fuerzas miserable, viejo cruel.

Cuan lamentables eran, lejos de sus altivas posturas y modos de aquellos días pasados en los que embelesaban al mundo entre optimismo y pesimismo. Solo al final, en el ultimo suspiro comprendieron lo cercanos que eran, eran como todos, envueltos en el pesimismo de un mundo que es solo eso, ni mas ni menos, pero capaces de desplegar algo, no prediseñado, sino progresivo, y eso era el hombre, y lo descubrieron antes de expirar.
Par de viejos…

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